POR LEO CORPORAN
El León fue sepultado ayer.
El dolor fue grande y mucha gente cayó con ataques producto de perder un ser amado y querido.
No entendí las razones de que se esperara tanto tiempo para dar “cristiana” sepultura a ese pobre animal que fue vilmente asesinado en una emboscada del Tigre, la Cuyaya y el Elefante, quienes recibieron el respaldo de los Gigantes.
Todavía el general Manuel Castro Castillo, jefe de inteligencia de la Policía, no ha podido atrapar a los culpables, a pesar de que recibió órdenes precisas del mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, jefe de la institución del orden público.
Todos los cuerpos investigativos de las diferentes instituciones armadas han tratado de dar con los asesinos, pero nada se ha logrado.
El León parece que no tenía familia ni dolientes, a pesar de que uno de sus mejores amigos era el contralmirante Sigfrido Pared Pérez, jefe del DNI, quien es un enfermo escogidista y fue una de las personas que más lloró y se lamentó por la inesperada muerte del León.
Julito Hazim, presidente del Escogido, decidió que el panegírico fuera leído por Rubén Camilo, pero eso recibió el rechazo de algunos políticos de la oposición, pues el reconocido locutor Camilo es un miembro prominente del Partido de la Liberación Dominicana.
Rubén no pudo hablar, ya que fue amenazado con “cortarle la cabeza” si hacía uso del micrófono.
Félix Decena fue escogido a unanimidad para dar el último adiós al difunto, pero el adolorido de Decena no pudo articular una sola palabra al expresar que no tenía fuerzas para hablar.
Decena, sólo dijo: “León, por qué te fuiste. Tú sabes lo duro que será para nosotros. La vida sin ti no tiene sentido. No sé que explicación le daré a mis hijos. Yo te quería mucho”.
Federico Félix, al parecer enemigo de Decena, dijo en voz alta que escuchamos todos los que estábamos presentes: “Y eso que no tenía fuerzas para hablar”.
Mario Emilio, del combo de Decena, le dio un empujón a Federico Félix, lo sacó del cementerio y le dijo: “Vete maldito que nos azaraste el maldito equipo”.
Ramón Cuello, presidente de la ACD, pidió hablar a nombre de los cronistas deportivos y también se le impidió hacer uso de la palabra, bajo el alegado de que había recibido juguetes de navidad del Tigre y la Cuyaya.
Cuello también negó la acusación, pero fue sacado del cementerio por Carlito Pared Pérez, quien dijo que desconocía que Ramón era un “traicionero”.
Tembló la tierra y llovió
A las 4:16 minutos y 36 segundos tembló la tierra y comenzó a llover. Hacía un frío intenso.
Onfalia Morillo, Adelaida Hernández, Carlos Nina Gómez, Guillermo Vargas, Rafael Pozo (Nabo), Saturnino Martínez (Moñoño) y Reynaldo Pared Pérez, presidente del Senado, se arrodillaron y pidieron piedad, pues el temblor comenzó a menear las tumbas. Hasta yo me asusté, pero no me arrodillé.
El agua arreció y esos amigos no querían pararse.
El León se mojó y Alexis Rubio y Alex Vargas gritaron al mismo tiempo: “No lo dejen mojar. Eso es un abuso. El León no merece eso”.
Un cuerpo de cadetes de la Marina de Guerra se marchó del lugar y dejó el protocolo que indicaba que el León recibiría 15 cañonazos por cada año de no haber “visto a linda”.
Melvin Soto, Jorge Ramírez, Mackey Calzada y Julián Gutiérrez (Chino Prieto, de Villa Juana), que tenían el ataúd cargado en el momento que tembló la tierra, lo soltaron y el León se rompió la cabeza, un brazo, una pierna y la oreja cayó por un lado.
Fue un entierro incidentado, pues Bienvenido Rojas, Roosevelt Comarazamy, Idelfonso Ureña y Tomás Troncoso, todos enfermos liceístas, asistieron al funeral y Julito Hazim, luego de no saludarlos ni permitir las condolencias de rigor, mandó a la gente de seguridad del Escogido que “cortésmente los sacaran del campo santo”.
Tomás Troncoso se molestó y no quería irse, pero fue aconsejado cuando Julio King Morris, que estaba llorando al León, sacó un afilado cuchillo y le dijo: “Don Tomás, no se burle que usted es un desgraciado liceísta que nos hizo mucho daño.
Algo que vi raro es que no había ni una sola corona de flores y tampoco los agentes de Amet acompañaron el féretro.
El cortejo fúnebre
Pañuelos rojos, llantos, desmayos de seguidores del León y algunos liceístas sonrientes, fue lo que pude captar en el recorrido del cortejo fúnebre que salió desde las oficinas del Escogido, en el estadio Quisqueya.
Cuando abracé al viejo amigo Julito Hazim, me dijo al oído: “Leo, lo único que espero es que sea imparcial y que también describa el entierro del Tigre”.
Y me agregó: “Si la Cuyaya muere, también es tu deber narrar los hechos”.
“El pasado año sólo enterraste al León. Parece que los otros no murieron”, me increpó Julito un poco molesto.”
Un rebú
Tremendo rebú se armó cuando la seguridad impidió que Manolito Jiménez, fiebrú seguidor de las Aguilas, tirara fotos al cadáver del León.
Manolito señaló que esas fotos serían para un reportaje de “Manolito en el Play”.
Un teniente de la Policía, apellido Pérez Pandelo, le quitó la cámara a Manolito.
Llegó la guardia y la Policía y se armó la de no te menee.
El León fue sepultado a las 9:23 minutos y l6 segundos, de la noche, bajo un profundo dolor. Me convencí de que el León murió cuando un obrero dijo: “Mezcla”. Ya no había duda ni nada que hacer.
¡Descansa en paz, infeliz León!
El dolor fue grande y mucha gente cayó con ataques producto de perder un ser amado y querido.
No entendí las razones de que se esperara tanto tiempo para dar “cristiana” sepultura a ese pobre animal que fue vilmente asesinado en una emboscada del Tigre, la Cuyaya y el Elefante, quienes recibieron el respaldo de los Gigantes.
Todavía el general Manuel Castro Castillo, jefe de inteligencia de la Policía, no ha podido atrapar a los culpables, a pesar de que recibió órdenes precisas del mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, jefe de la institución del orden público.
Todos los cuerpos investigativos de las diferentes instituciones armadas han tratado de dar con los asesinos, pero nada se ha logrado.
El León parece que no tenía familia ni dolientes, a pesar de que uno de sus mejores amigos era el contralmirante Sigfrido Pared Pérez, jefe del DNI, quien es un enfermo escogidista y fue una de las personas que más lloró y se lamentó por la inesperada muerte del León.
Julito Hazim, presidente del Escogido, decidió que el panegírico fuera leído por Rubén Camilo, pero eso recibió el rechazo de algunos políticos de la oposición, pues el reconocido locutor Camilo es un miembro prominente del Partido de la Liberación Dominicana.
Rubén no pudo hablar, ya que fue amenazado con “cortarle la cabeza” si hacía uso del micrófono.
Félix Decena fue escogido a unanimidad para dar el último adiós al difunto, pero el adolorido de Decena no pudo articular una sola palabra al expresar que no tenía fuerzas para hablar.
Decena, sólo dijo: “León, por qué te fuiste. Tú sabes lo duro que será para nosotros. La vida sin ti no tiene sentido. No sé que explicación le daré a mis hijos. Yo te quería mucho”.
Federico Félix, al parecer enemigo de Decena, dijo en voz alta que escuchamos todos los que estábamos presentes: “Y eso que no tenía fuerzas para hablar”.
Mario Emilio, del combo de Decena, le dio un empujón a Federico Félix, lo sacó del cementerio y le dijo: “Vete maldito que nos azaraste el maldito equipo”.
Ramón Cuello, presidente de la ACD, pidió hablar a nombre de los cronistas deportivos y también se le impidió hacer uso de la palabra, bajo el alegado de que había recibido juguetes de navidad del Tigre y la Cuyaya.
Cuello también negó la acusación, pero fue sacado del cementerio por Carlito Pared Pérez, quien dijo que desconocía que Ramón era un “traicionero”.
Tembló la tierra y llovió
A las 4:16 minutos y 36 segundos tembló la tierra y comenzó a llover. Hacía un frío intenso.
Onfalia Morillo, Adelaida Hernández, Carlos Nina Gómez, Guillermo Vargas, Rafael Pozo (Nabo), Saturnino Martínez (Moñoño) y Reynaldo Pared Pérez, presidente del Senado, se arrodillaron y pidieron piedad, pues el temblor comenzó a menear las tumbas. Hasta yo me asusté, pero no me arrodillé.
El agua arreció y esos amigos no querían pararse.
El León se mojó y Alexis Rubio y Alex Vargas gritaron al mismo tiempo: “No lo dejen mojar. Eso es un abuso. El León no merece eso”.
Un cuerpo de cadetes de la Marina de Guerra se marchó del lugar y dejó el protocolo que indicaba que el León recibiría 15 cañonazos por cada año de no haber “visto a linda”.
Melvin Soto, Jorge Ramírez, Mackey Calzada y Julián Gutiérrez (Chino Prieto, de Villa Juana), que tenían el ataúd cargado en el momento que tembló la tierra, lo soltaron y el León se rompió la cabeza, un brazo, una pierna y la oreja cayó por un lado.
Fue un entierro incidentado, pues Bienvenido Rojas, Roosevelt Comarazamy, Idelfonso Ureña y Tomás Troncoso, todos enfermos liceístas, asistieron al funeral y Julito Hazim, luego de no saludarlos ni permitir las condolencias de rigor, mandó a la gente de seguridad del Escogido que “cortésmente los sacaran del campo santo”.
Tomás Troncoso se molestó y no quería irse, pero fue aconsejado cuando Julio King Morris, que estaba llorando al León, sacó un afilado cuchillo y le dijo: “Don Tomás, no se burle que usted es un desgraciado liceísta que nos hizo mucho daño.
Algo que vi raro es que no había ni una sola corona de flores y tampoco los agentes de Amet acompañaron el féretro.
El cortejo fúnebre
Pañuelos rojos, llantos, desmayos de seguidores del León y algunos liceístas sonrientes, fue lo que pude captar en el recorrido del cortejo fúnebre que salió desde las oficinas del Escogido, en el estadio Quisqueya.
Cuando abracé al viejo amigo Julito Hazim, me dijo al oído: “Leo, lo único que espero es que sea imparcial y que también describa el entierro del Tigre”.
Y me agregó: “Si la Cuyaya muere, también es tu deber narrar los hechos”.
“El pasado año sólo enterraste al León. Parece que los otros no murieron”, me increpó Julito un poco molesto.”
Un rebú
Tremendo rebú se armó cuando la seguridad impidió que Manolito Jiménez, fiebrú seguidor de las Aguilas, tirara fotos al cadáver del León.
Manolito señaló que esas fotos serían para un reportaje de “Manolito en el Play”.
Un teniente de la Policía, apellido Pérez Pandelo, le quitó la cámara a Manolito.
Llegó la guardia y la Policía y se armó la de no te menee.
El León fue sepultado a las 9:23 minutos y l6 segundos, de la noche, bajo un profundo dolor. Me convencí de que el León murió cuando un obrero dijo: “Mezcla”. Ya no había duda ni nada que hacer.
¡Descansa en paz, infeliz León!
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